El debate sobre los derechos de los artistas de las Jornadas de Derechos Culturales y Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, celebrado en el CCCB de Barcelona, se centró en uno de los temas más sensibles del ecosistema cultural: los derechos laborales de las personas artistas y los retos que enfrenta Iberoamérica para garantizar condiciones dignas, justas y sostenibles en este sector.
La conversación dejó claro que el reconocimiento del trabajo artístico como un trabajo en toda regla es una condición imprescindible para avanzar hacia un marco normativo que respalde su especificidad y reduzca la precariedad estructural que afecta al sector.
España: hacia un marco jurídico específico
Txema Urkijo, del Ministerio de Cultura de España, explicó que se está trabajando en la creación de un grupo de trabajo para definir el perímetro y ámbito subjetivo del trabajador cultural, con el objetivo de establecer un registro que otorgue seguridad jurídica. Sin embargo, advirtió de la dificultad de esta tarea, dada la complejidad de clasificar la actividad cultural en las actuales categorías económicas y normativas europeas.
Urkijo defendió la necesidad de una normativa específica que reconozca la excepcionalidad del mundo cultural, de forma que se garantice la igualdad de condiciones con el resto de los trabajadores, pero atendiendo a las singularidades del sector. “El gran reto”, señaló, “es el valor que cada sociedad otorga a la cultura, lo cual se refleja en su marco legal y presupuestario”. También insistió en que sin una presión organizada o un “lobby cultural” resulta difícil impulsar reformas legislativas de fondo.

Perú: debilidades que también son fortalezas
Desde Perú, la actriz, gestora cultural y consultora de OEI, Gloria Lescano ofreció una visión crítica sobre las condiciones del trabajo artístico, que describió como independiente, autónomo, multifuncional, precarizado y de alta movilidad, con baja asociatividad y fuertes dosis de informalidad. Aunque estos rasgos suelen interpretarse como debilidades, Lescano propuso también mirarlos como fortalezas, pues cuestionan la rigidez del “trabajo convencional” y reivindican el arte como un espacio de libertad y creación comunitaria.
Lescano denunció que el sacrificio y la precariedad no deberían ser vistos como el valor del trabajo artístico, sino que deben demandarse condiciones laborales dignas. Entre los objetivos centrales mencionó: la definición y registro de artistas, la mejora del financiamiento, la remuneración justa, la reducción de brechas de género, el fomento del intercambio cultural y la defensa de la libertad artística.
Brasil: la cultura como trabajo esencial
Deryk Vieira Santana, director de Políticas para los Trabajadores de la Cultura y de la Economía Creativa del Ministerio de Cultura de Brasil, recordó que en su país existen entre 7 y 9,5 millones de trabajadores culturales. La pandemia, dijo, dejó en evidencia la urgencia de asegurar condiciones laborales adecuadas para garantizar el futuro del sector.
Presentó el proyecto “Escucha Aquí”, una incubadora que conecta el sector cultural con empresas y que trabaja en la incorporación de la cultura en los programas educativos de escuelas y universidades. El objetivo es doble: aproximar la cultura a la academia y reconocer al trabajador cultural como un individuo con derechos, fundamental no solo para la vida cultural sino también para los derechos sociales y la soberanía nacional.

Cultura y especificidad: retos en la cadena de valor
El panel contó también con la intervención de Jaume Colomer, codirector de Bissap Lab (España), quien subrayó la importancia de reconocer las especificidades de la cultura, tanto en sus prácticas como en la organización de la cadena de valor. Recalcó la necesidad de un marco jurídico que proteja estas singularidades y dé respuesta a las debilidades estructurales del sector.
A partir de un estudio piloto con cuatro grupos de trabajo y veinte entrevistas, Colomer identificó varios problemas recurrentes:
- El conocimiento de la norma existe, pero muchas veces no se aplica por falta de voluntad.
- La precariedad lleva a algunos artistas a optar por la economía informal, prefiriendo cobrar sin retenciones.
- Muchas estructuras culturales frágiles no acceden a ayudas públicas por la complejidad burocrática de los procesos.
- Existen diferencias significativas entre las artes en vivo y las artes visuales en cuanto a visibilidad, reconocimiento y organización.
Entre las recomendaciones presentadas destacan: que las normativas municipales contemplen licencias para espacios musicales, que la actividad cultural en la calle no sea tratada como ruido molesto, y que se promuevan servicios culturales como referencia de buenas prácticas. También instó a que el Estado y el propio sector cultural apliquen de manera efectiva el marco jurídico vigente.

El panel concluyó con un consenso claro: el trabajo artístico es trabajo y, como tal, debe reconocerse con un marco legal y social que garantice dignidad, seguridad y sostenibilidad.
La diversidad de experiencias de España, Perú y Brasil mostró que, aunque los contextos varían, los retos son compartidos: superar la precariedad, adaptar la legislación, garantizar la protección social y revalorizar el papel de las personas artistas como agentes esenciales para el desarrollo cultural, social y democrático de Iberoamérica.