La mesa de debate Arte y Resistencia Negra tuvo lugar en el marco del BlackCelona Legacy Festival 2025, un festival dedicado a la cultura negra africana y afrocatalana bajo el lema “Existir es resistir”. Este encuentro, que combina música, arte, gastronomía, deporte y comunidad, se ha consolidado como un espacio clave para reivindicar el legado, la historia, la presencia y el futuro de las comunidades negras en Cataluña.
Con el objetivo de fortalecer y consolidar el sujeto político negro en el territorio catalán, el festival se construye desde principios de antirracismo, panafricanismo y afrofeminismo, y reúne voces diversas que encarnan resistencias vivas. En esta edición, la mesa de debate puso el foco en cómo el arte se convierte en herramienta de denuncia, sanación, construcción de identidad y lucha colectiva, especialmente desde las experiencias de personas negras, trans y migrantes.
André López: “Ballroom es resistencia, seguimos caminando sobre la sangre de nuestras hermanas”
Desde el colectivo Don’t Hit a la Negra, integrado por personas trans, de género expansivo, migrantes, refugiadas y trabajadoras sexuales, la cultura no es solo una forma de expresión, sino una herramienta vital de resistencia. Como explica André López, integrante del colectivo Don’t Hit a la Negra y artista multidisciplinario, “la cultura es una forma de sobrevivir y hacer frente a un sistema que prácticamente no nos quiere”. En espacios como el ballroom, creados por y para cuerpos trans, no solo se celebra la vida: se defiende la existencia misma con autogestión, amor propio y comunidad.
Este colectivo representa el honor y orgullo de las personas que ya no están, para André cada pasarela es mucho más que una performance: es un acto de memoria, de homenaje y de lucha. “Cuando entro en una pasarela, sigo caminando sobre la sangre de mis hermanas y hermanos asesinadas por crímenes de odio”, señala López. El ballroom nace en respuesta a la discriminación, el racismo y la colonialidad que atraviesan sus vidas.

La cultura ballroom es un movimiento artístico, político y comunitario nacido en las décadas de 1970 y 1980 en EE.UU., impulsado por personas afrodescendientes y latinas LGBTQ+. En este espacio, especialmente seguro para personas trans y no binarias, se realizan competencias o “balls” donde se desfilan distintas categorías que combinan danza, moda, actitud y expresión de género, destacando el voguing como una de sus formas más reconocidas.
Desde Don’t Hit a la Negra, el acompañamiento mutuo y la creación de espacios afectivos son clave para sobrevivir y resistir. “Queremos limpiar el camino para que las generaciones que vienen enfrenten menos violencia”, explica André. “Nuestros cuerpos importan, nuestra comunidad importa. Por eso, fortalecernos cada día es parte esencial de nuestra lucha.” La apuesta del colectivo es clara: transformar el dolor en legado y el amor en trinchera.
Daniela Núñez: “No darnos una casa es una forma de matarnos”
Durante el debate, Daniela Núñez, activista y participante del colectivo Don’t Hit a la Negra, fue directa al señalar una de las violencias estructurales más urgentes: la falta de acceso a una vivienda digna para las personas trans y migrantes. “No darnos una casa es una forma de matarnos y discriminarnos”, afirmó con firmeza, visibilizando cómo la exclusión habitacional afecta directamente el derecho a la vida y a la dignidad.
“Me gusta pensar que las que estamos vivas nos merecemos una casa, caminar libres por la calle, cuidado, descansar”. En las palabras de Daniela se entrelazan la esperanza y la demanda de derechos básicos negados sistemáticamente.

Jhon J Ulloa: "El rap es nuestra herramienta para educar, resistir y transformar"
Desde la ciudad de Cali, una de las urbes más racializadas y desiguales de Colombia, Jhon J Ulloa, fundador de Zona Marginal, alza la voz con contundencia: “Una tercera parte de la población de Cali es negra, pero sigue siendo una ciudad profundamente racista”. Zona Marginal nace en 1995 como respuesta a la desintegración de otras agrupaciones de rap, y desde entonces ha mantenido una postura clara de militancia artística, política y comunitaria.
Con una trayectoria de más de tres décadas, Jhon J enfatiza que su trabajo busca construir afroidentidad y auto-reconocimiento desde las niñeces y juventudes. “Somos un grupo creado ante una sociedad que nos quería ver en las pandillas. Elegimos el rap para hablar de nuestras realidades, de la violencia estructural, el racismo, la guerra y la historia colonial que nos atraviesa”. Canciones como las de su primer disco, lanzado hace 30 años, hablaban ya de la marginalización de barrios como Potrero Grande, donde “las vacas pastaban y luego mandaron allí a la gente negra”.

Desde Zona Marginal, colaboran con raperos emergentes, apoyando sus producciones y ofreciendo espacios como el festival de hip hop más grande de la ciudad. Para Ulloa, el rap no es solo una forma de expresión, sino una pedagogía desde la base: “El hip hop sigue siendo estigmatizado, pero nosotros lo usamos para educar y transformar vidas, para rechazar el machismo, el patriarcado y el racismo”. Su propuesta es clara: un movimiento cultural de raíz que combate el olvido con ritmo, palabra y acción colectiva.
Todas las voces coincidieron en la importancia de la presencia y el apoyo activo: acercarse a sus actividades culturales, políticas y comunitarias no solo como espectadores, sino como forma real de acompañamiento y compromiso.